martes, 20 de septiembre de 2016

El coaching y las asignaturas pendientes de la psicología



Marketing. Es la primera palabra que me viene a la cabeza cuando pienso en el éxito del coaching, y es que en líneas generales, han sabido venderse muy bien. No en vano, el coaching no proviene de la, digamos, “ciencia de conducta”, sino del ámbito empresarial, un ámbito que está más centrado en vender productos que en la validez científica.
El coaching ha sabido aprovechar un ambiente “New Age” cargado de pseudociencias y búsqueda del bienestar, combinado con una perspectiva negativa sobre la propia psicología. Y es que más que centrarme en las cosas que ha hecho bien el coaching, me voy a centrar en las cosas que hemos hecho mal los psicólogos.
Cualquier psicólogo sabe que existen varios modelos teóricos en psicología, unos con más y otros menos validez empírica, pero igualmente con diferentes explicaciones sobre la conducta humana y el funcionamiento de nuestra mente, así como diferentes técnicas o herramientas para modificarlo. Sin embargo, y aunque sepamos que hay alternativas, hay una gran corriente mayoritaria, que es la cognitiva-conductual. Lejos de querer debatir si esto es positivo o negativo, lo importante es la relación tan estrecha que se ha establecido entre los modelos cognitivos(pues son más cognitivos que conductuales, en estos momentos) y el modelo médico. En ambos se ha querido dictaminar lo que es el comportamiento “normal” para poder diferenciarlo del comportamiento “patológico”. Todo desde una perspectiva médica de: si es anormal, entonces es patológico y, por tanto, hay que modificarlo/curarlo.
A su vez, esta manera de verlo ha hecho que en la psicología más académica nos hayamos centrado más en el aspecto patológico que en otros aspectos del ser humano.  Los psicólogos hemos querido convertirnos en los médicos de la mente. Esto ha tenido un efecto muy negativo en la manera en que se nos ha visto en la sociedad. Seguro que todos hemos escuchado alguna vez “yo no quiero ir al loquero” o “no estoy loco, no necesito ir a ningún psicólogo”. Se ha generado la creencia de que el psicólogo o la terapia psicológica existe únicamente para tratar la enfermedad mental.
Es común, en el cine o en las series de televisión estadounidenses, escuchar a los personajes expresiones del estilo “mi terapeuta me ha dicho que...” o incluso escenas en las que van a ver a su terapeuta y hablan de aspectos de sus vidas personales. Parece estar más aceptado socialmente que una persona que no tiene ningún trastorno mental diagnosticado vaya regularmente a un especialista para tratar problemas de la vida diaria. Al final, esto es lo que ofrece el coaching. Mientras la psicología lleva décadas diciendo “si estás triste tienes una enfermedad llamada depresión”, el coaching ha empezado a decir “si tienes problemas personales, yo puedo ayudarte” o “si quieres mejorar algún aspecto de tu vida, yo puedo ayudarte”.
Al final, gran parte de la terapia psicológica está basada en el desarrollo personal, en la adquisición de habilidades o en el autoconocimiento, que es, en gran medida, lo que ofrece también el coaching. Lo que cambia es la conceptualización social que tiene cada uno. El psicólogo trata enfermedades, mientras que el coach me ayuda con algunos problemillas.
El hecho de que a los psicólogos nos vean con una bata blanca quizás nos haya hecho ganar prestigio, al situarnos en un nivel similar al del médico, pero al mismo tiempo nos ha hecho perder la perspectiva de lo que realmente hacemos. Al buscar prestigio, hemos perdido un área de actuación que es fundamental. Pero lo peor no es eso, lo peor es que el testigo lo ha recogido un colectivo que carece de la formación necesaria para llevar a cabo ese tipo de intervenciones de la manera correcta.
La mayoría de los coaches provienen del ámbito empresarial, gente que ha estudiado administración de empresas o derecho, que han descubierto en sí mismos un aspecto más “humanista” y deciden enfocar sus carreras de otra manera, o simplemente han visto un filón en una disciplina que está de moda. El hecho es que esa gente no tiene formación en conducta humana, más allá de algún curso de unos pocos meses. Y no solo eso, es que la formación en coaching supone un refrito de conceptos y/o herramientas salidas de la psicología, pero sin una base teórica que esté lo suficientemente validada empíricamente. Como he dicho anteriormente, el coaching bebe de la pseudociencia y del ambiente “New Age”, pero no tiene una base consistente.
Esta base teórica es la que se conoce como Programación NeuroLingüistica (o PNL), una técnica(o conjunto de técnicas) que, supuestamente, va a reprogramar nuestras creencias y nuestras experiencias sensoriales a través de la comunicación. Suena bien, pero la evidencia empírica hasta la fecha pone en serias dudas los fundamentos básicos de la PNL (Aquí, aunque en inglés, un artículo que analiza la evidencia empírica sobre la PNL y que cataloga como “inconcluyente y contradictoria”).
No obstante, el coaching surge de una necesidad real que existe en en la sociedad, que es la necesidad de un apoyo profesional sobre cuestiones de la vida diaria. Un ayuda profesional en términos de desarrollo personal y asesoramiento emocional, en una sociedad en la que el individuo está sometido a cada vez más presiones externas que chocan con su propia individualidad.
Así pues, desde la psicología tenemos ahora un arduo trabajo. En primer lugar, debemos despatologizar gran parte de la conducta que llevamos décadas patologizando. Nos vendría muy bien quitarnos la bata blanca y explicar lo que es realmente la terapia psicológica. Establecer correctamente qué es y qué no es un problema psicológico y, al mismo tiempo, ofrecer alternativas, basadas en la evidencia científica, para todo el que requiera un asesoramiento.
En definitiva, debemos recoger el testigo que nunca debimos soltar, reclamar la que debería ser una de nuestras competencias profesionales y ofrecer al resto de ciudadanos servicios de calidad y ajustados a sus necesidades reales.

Escrito por Alejandro Sola Berenguel

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